martes, 1 de septiembre de 2009
Después de varios meses post-ruptura, las cosas definitivamente se van quedando atrás. Las heridas terminan de sanar, los reclamos se desvanecen en el aire, las culpas se olvidan, y empiezas a creer que seguir pensando en toda esa historia de dolor y rencor es una pérdida de tiempo.
Cuando esto pasa, la sanación y el olvido están a la puerta de la casa. Y el perdón se está concretando ahí, en un lugar muy profundo del corazón. Hoy puedo decir que ya perdoné a Rofen. Cambié de película y boté el casette de "La historia de miseria que viví a su lado". Ahora en mi vida hay paz y tranquilidad, como antes no las había sentido. Ahora mi vida tiene un sentido y me siento descubriendo cosas y aprendiendo cada vez más.
Por eso, creo que tengo mi propia versión del perdón. Que es definitivamente un regalo de Dios. Pero aquí va, tal y como me sale del corazón.
El perdón es recuperar la paz después de una ofensa. No es olvidar lo que pasó, es volver a sentir que el corazón nos pertenece y que en él no hay lugar para el odio. El perdón no es para el ofensor, es un regalo para uno mismo.
Etiquetas: Espiritual, Personal
Un saludo
Franck Michel Reyes
WebMaster
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