miércoles, 12 de noviembre de 2008

Hace mucho tiempo que no me pasaba por mi blog. Se me hace un poco extraño volver a tomar el teclado y escribir esta entrada, pero hoy lo veo absolutamente necesario.


Y cómo no hacerlo si la última vez que escribí aquí, Pasto, mi ciudad, vivía una especie de bonanza en la que muchas personas participaron. La razón de ello, las casas de inversión. En la última entrada que escribí aquí, esbocé algunos argumentos de porqué no estaba de acuerdo con dicho fenómeno.

Pero hoy, ha sido un día catastrófico en mi amada ciudad. Cientos de personas presas del pánico se desbordaron a las calles y atacaron las diferentes sedes donde funcionaba la "casa de inversión" o lo que sea, que les había prometido volverse ricos. La empresa cerró sus puertas hace algunos días y había manifestado reiniciar sus labores el día de hoy, sin embargo, al parecer los pagos no se hicieron efectivos y miles de ciudadanos reclamando su dinero, empezaron a formar disturbios en los que tuvo que intervenir la fuerza policial.

El pánico se difundió con rapidez y en la tarde, los almacenes comenzaron a cerrar sus puertas, por temor a los saqueos que se habían presentado en horas de la mañana. La gente destruyó las oficinas de la empresa captadora de dinero y saqueó equipos de oficina, mesas, computadores y demás. El panorama era terrible y además habían fuertes rumores de que la policía había tomado dinero y estaba huyendo con él.

Finalmente, el alcalde encargado decretó un toque de queda y además, ley seca. El noticiero en la noche, mostraba las terribles imágenes de los disturbios, de la gente corriendo presa del pánico, de los saqueos, de la policía disparando al aire y lanzando gases lacrimógenos...un panorama demasiado triste.

Una de las cosas más tristes de hoy es que en los 25 años de vida que tengo y que he pasado en Pasto, jamás había observado la ciudad del modo en que la vi hoy. Tan egoísta, tan avara, tan triste y a la vez tan peligrosa. Los disturbios eran los mismos que los que pasan en las películas de zombies, pero esta vez "los zombies" eran los ciudadanos de siempre. Eran el tío, la prima, la mamá o la amiga de alguien. Eran los pastusos de siempre y los que nunca antes se habían mostrado así.

El clima en la ciudad en la noche de hoy, dista mucho del que se vivía hace cuatro o cinco meses, cuando la gente confiaba en que la gallina de los huevos de oro había dejado de ser un cuento y se había convertido en realidad, en la forma de una casa de inversión que prometía sacarlos de apuros y darles mucho más de lo que alguna vez soñaron.
Hoy el clima es de zozobra, de tristeza, de indignación, de angustia, de soledad. Las calles están vacías, pero no se siente paz. Se siente tensión y silencio.

Y hoy me duele la situación de mi ciudad, porque si pierde un pastuso, perdemos todos. Porque seguramente ese pastuso que cae, es el papá, el primo, el amigo, el vecino de un amigo mío, de alguien que conozco, o es alguien de mi familia. Hoy Pasto somos todos, los que invirtieron y los que no lo hicimos, porque si Pasto perdió hoy, entonces todos perdimos.

Estoy segura de que lo que nos queda no es la tristeza, ni la venganza. Es la opción de hacerle frente a la adversidad, es la decisión que cada uno tiene en sus manos de seguir trabajando, de seguir cultivando, de seguir creyendo y construyendo. El mundo no se puede acabar aquí, ni Pasto se puede desmoronar. Muy probablemente lo que viene no será fácil, porque la economía de nuestra ciudad y de nuestro departamento ha quedado visiblemente debilitada, pero hay que continuar, hay que seguir caminando y trabajando.

Esa es la magia de la vida. Lo que hoy se termina, mañana puede volver a comenzar, esa es también la magia de la resiliencia. La posibilidad de reconstruirse a pesar de los problemas y a pesar del dolor. Eso es lo que nos queda y si nos queda esto, todavía podemos mucho.

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